Nada como el mes de abril que acaba de nacer, pletórico, preñado de lluvias y aguaceros y un sol que pica en la espalda, para dedicarle unas líneas al recordado amigo Luis del Canto.
Porque Luis fue un hombre fecundo como una primavera perpetua, siempre dando frutos. Repartiendo su saber -el que proporciona el tiempo y la experiencia- a todo aquel que quisiese recibir sus conocimientos. Y principalmente con los niños, a los que dedicó sus mejores años, su vida, su generosidad y su paciencia.
Maestro en el arte del dibujo -yo mismo compartí con él como docente varios cursos de verano en diferentes escuelas y Asociaciones de vecinos- tratando de inculcar esta disciplina imprescindible e inabarcable, que posibilitase después adentrarse con seguridad en el mundo de la pintura.
Estas clases, que ahora nos suenan tan remotas y lejanas sirvieron para que varias generaciones de ubriqueños-as comenzaran sus primeros pinitos en un arte tan colosal como el pictórico, y muchos de los niños de entonces, que ya son adultos, seguro que recuerdan con afecto y cariño, las enseñanzas de D. Luis.
Así que a él y otros como él, que afortunadamente nos acompañan, debemos agradecerle esta seña de identidad que ya es un marchamo de calidad, igual que sucede en el mundo de las manufacturas donde somos líderes y punteros en el sector.
Por lo tanto, Luis fue un artista extraordinario, de una sensibilidad especial, revestido de un don para la enseñanza que los distinguía de otros pintores más habituados a la práctica artística que a la docencia de los entresijos del Dibujo.
Sí, con Luis, igual que con Juan Chacón Coronil, se va acabando una estirpe, una raza de artistas, que nos va dejando una extraña sensación de soledad y desconsuelo en el interior, difíciles de llenar. Como tibio consuelo para el alma, nos queda el hecho de que nadie supo transmitir los rudimentos del dibujo de la forma en que él lo hizo a tantos chiquillos-as, que después nos han sorprendido con un talento y un arte increíbles.
Por eso y otras cosas más que se me quedan en el tintero, gracias de nuevo, amigo Luis, donde quiera que estés.
Termino con unas palabras de Van Gogh que vienen muy bien para cerrar el texto: “En una palabra, la pintura recompensa mejor los sacrificios que el dibujo. Solamente que es de imprescindible necesidad que antes de comenzar se sepa dibujar con una relativa seguridad la proporción exacta y el lugar de los objetos. Si uno se equivoca, todo está perdido….”
Qué razón tenías, Luis.