Exposición en MECA de Cyro García, «Todo el mundo quiere viajar»
Inauguración, viernes 5 de septiembre a las 20:00 hrs – Del 5 al 19 de septiembre de 2008
Unos viajamos por placer, otros, por el contrario, se ven obligados a realizar un viaje que, en ocasiones, les llega a costar su propia vida. Y es que viajar está de moda en estos tiempos que corren, seguramente, debido al progresivo aumento del poder adquisitivo en los países ricos y a algunas consecuencias de la globalización; todo está más cerca que nunca.
El fenómeno de la globalización ha acelerado los movimientos migratorios en busca de un futuro mejor, conllevando, en consecuencia, problemas de difícil solución. Estas dificultades, sumadas a que el sistema capitalista sólo conoce el sucio lenguaje del dinero, han convertido a las personas en problemas, eso sí, todo mejora si llevas dinero de plástico. Los viajes en busca de la tierra prometida siempre existieron, pero actualmente la inmigración «ilegal» soporta sobre sus espaldas toda la presión del sistema capitalista global.
No todo nos puede parecer malo hoy en día, estos flujos migratorios hacen que exista una mezcla cultural y racial tan rica como pujante en nuestras sociedades, por lo tanto dejémonos de intolerancias estúpidas y admitamos que todos somos iguales-ilegales.
Este espacio de inflexión es tomado como punto de partida para la instalación que se plantea; una ocupación del área de la habitación por parte de unos seres diminutos, iguales todos ellos, que se esparcen por la sala a modo de solitarios navegantes en un vasto océano.
Las figuras humanoides que conforman la instalación son de porcelana blanca y han sido realizadas a partir de un mismo molde de un jugador de futbolín. El juego entra a formar parte de la instalación como metáfora de la vida competitiva; la vida está en juego. Los jugadores globales se reparten sobre un fondo verde, un campo de juego enorme (en proporción) donde ellos parecen que van y vienen, aunque no se sabe donde, ya que aparentemente están ausentes de destino.
Cada uno de los personajes está situado dentro de pequeñas «embarcaciones» metálicas, diferentes unas de otras, un trocito de «tierra» que, a modo de equipaje emocional, es lo único que los diferencia del resto, ya que la intención es no hacer diferencias físicas entre los seres humanos, porque todos somos hijos de la tierra.
En definitiva la instalación viene a plantear la vida como un juego donde la mezcla nos debe hacer más iguales y libres; iguales en derechos y obligaciones. Se plantea un «mundo» donde todos deberíamos tener la suficiente libertad para poder transitar de un territorio a otro e ir allende del límite para configurar un futuro mejor y más justo.
Publicado en Teleprensa Periódico Digital de Almería